DÍA 10

SUMISIÓN Y RENDICIÓN

“En una relación de amor no hay obligación, solo un deseo profundo de agradar”

La relación con Dios comienza con la sumisión

En la sumisión es donde nuestra relación con Dios comienza, justo cuando decidimos entregarlo todo a Él. Podemos hacer este tipo de oración cada día, pero la sociedad de hoy enseña que “la sumisión es para los débiles”, para los que se dejan, para los que no son capaces de dirigirse y controlarse a sí mismos. Es fácil hacernos creer a nosotros mismos que estamos sometidos a Dios cuando en realidad no lo estamos. Por eso estas oraciones son tan importantes y no deben ser oradas a la ligera.

Que se haga tu voluntad

Nuestro Señor Jesucristo dijo estas palabras en varias ocasiones. Si Jesús necesitó someter su voluntad al Padre, cuánto más nosotros necesitamos someternos a la voluntad santa y agradable de Dios. Jesús pudo haber hecho cualquier cosa que Él quisiera, pudo haber vivido en un gran palacio, gobernar a la gente con Su poder, pudo destruir a sus enemigos con una sola palabra de su boca pero escogió someterse. Escogió hacer lo que debía hacer sobre lo que quería hacer y aún más, sobre lo que podía hacer. Jesús sudó gotas de sangre al enfrentar su agonía en el jardín de Getsemaní unas horas antes de ir a la cruz, ¿Esto significar que es una batalla someternos a Dios? ¿Estás dispuesto a hacer lo que sea, donde sea y cuando sea para Jesús?, ¿Lo estás realmente? Meditemos en la humildad de Jesús:

Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía». 
Mateo 26:39

Entonces Jesús los dejó por segunda vez y oró: «¡Padre mío! Si no es posible que pase esta copa a menos que yo la beba, entonces hágase tu voluntad». 
Mateo 26:42

Entrega total, sumisión absoluta a la voluntad de Dios esa era vida de Jesús. El cuerpo de Jesús iba ser entregado al dolor, a la flagelación y finalmente a la muerte. Era consciente de esto, sabía lo que iba a pasar, pero una y otra vez se sometió a la voluntad perfecta de Dios la cual nos liberó de padecer la misma muerte y nos dio libertad. ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a someternos a la voluntad de Dios? En los momentos más duros, en las pruebas, en las tentaciones, es ahí cuando realmente demostramos que voluntad seguimos; la nuestra o la del Padre.

Porque yo no he bajado del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. 
Juan 6:38

La vida de nuestro Señor consistía en hacer la voluntad de su Padre ¿Qué voluntad sigues tú?

Rendirse a la voluntad de Dios implica que confiamos en Él, que creemos en Él, aunque en el momento no veamos que es por nuestro bien. Una oración de rendición es una consciente transferencia de propiedad, es declarar que ya no te perteneces, que no tienes control sobre ti, que no eres tuyo, que vives para hacer lo que alguien más quiera y diga; ese alguien es Dios.

Pensemos en lo siguiente: Al ser bautizados hacemos la declaración más poderosa en la faz de la tierra “Jesús es mi Señor y Salvador” Esta declaración también debe recordarnos a quien le pertenecemos, si decimos que Él es nuestro Señor entonces jamás debe haber un no como respuesta a sus órdenes, pero si decimos que no entonces deberíamos cuestionar ¿Quién es mi Señor? La repuesta te sorprenderá, no es Jesucristo, tu señor eres tú mismo, y esto es difícil ya que en esa actitud no hay ninguna promesa de salvación.

Esta mañana ora al igual que Jesús en el monte, ora a Dios pidiendo que se haga su voluntad y no la tuya, reconoce que su voluntad es buena es perfecta, pide fuerzas para hacer su voluntad Jesús la necesito por eso oro tres veces antes de enfrentar la muerte.

Su grandeza, el poder de un hombre se mide en su capacidad de rendirse. Entre más nos rindamos, el poder de Dios nos gobernará, trabajará a través de nosotros. Este tipo de oraciones seguramente no será fácil, pero traerán machísimos buenos frutos.

¡Que Dios te bendiga!

Einar Zelaya G. 

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